El 13 de mayo de 1857, el presidente Ospina Rodríguez sancionó la ley que creó el Estado federal de Santander con el territorio jurisdiccional que hasta entonces habían tenido las provincias de Pamplona y Socorro. El 15 de junio siguiente, el Congreso Nacional aprobó una ley que creó cinco estados federales más y fue entonces cuando se agregaron al Estado de Santander tanto el cantón de Vélez como los distritos de la provincia de Ocaña. En consecuencia, este año asistimos a la conmemoración sesquicentenaria de la creación de Santander, el ente político-administrativo que nos provee la identidad singular en el concierto de los ciudadanos colombianos.
La experiencia federal colombiana, que tuvo una duración de tres décadas, marchó en el sentido de la integración de las antiguas provincias legadas por el régimen indiano. Fue así como, al final del proceso integrador de la “unión colombiana”, los nueve estados soberanos estaban listos para desaparecer en la república unificada que erigió la carta constitucional de 1886. Más aún: la experiencia federal también integró los antiguos estamentos que separaban a los nacionales en un único cuerpo ciudadano que probó múltiples procesos electorales y declaraciones de derechos civiles en la abigarrada experiencia constitucional de cada uno de los nueve estados soberanos.
El Estado de Santander, por ejemplo, probó cuatro cartas constitucionales antes de su disolución, y la última de ellas, sancionada en 1880, consolidó en su segundo título la garantía de todos los derechos individuales modernos: la inviolabilidad de la vida, la libertad y la seguridad personal, la propiedad, las libertades de la acción pública (opinión, imprenta, movimiento, trabajo e industria, instrucción) y el derecho a recibir gratuitamente la instrucción primaria.
Santander nombra entonces el proceso de tránsito de las reliquias de la sociedad indiana a la sociedad nacional republicana, bajo el signo de la profundización del proceso de la modernidad política que abrió la decisión de reasunción de la soberanía en 1810. Pese a sus vicisitudes y sinsabores, el proceso general de integración social de la nación colombiana durante los dos primeros siglos de experiencia republicana debe llenarnos de orgullo en el año 2010. Y la sesquicentenaria experiencia santandereana fue su vanguardia, como escenario principal del experimento radical del liberalismo colombiano.
Las dos tareas básicas de la agenda cumplida por el Estado de Santander, caminos y escuelas, fueron precisamente esfuerzos de integración social de la nación, como también lo fueron las otras tareas realizadas: adopción del régimen municipal igualitario, institucionalización del voto masculino directo y de la circunscripción estatal en los comicios, la mejora de la administración de justicia, la experimentación del impuesto único directo y la organización de la salubridad y la beneficencia pública. Los proyectos de apertura del ferrocarril al río Magdalena y del camino al Casanare expresaron la voluntad de integración santandereana con las sociedades que expandían la frontera productiva, y la Escuela Normal del Socorro anunció la voluntad de integrar una nueva generación bajo el ideario educativo de Pestalozzi. Adicionalmente, la profusión de periódicos expresó la voluntad de los publicistas por ampliar las dimensiones ilustradas del espacio público.
Los motivos de la conmemoración sesquicentenaria del próximo domingo 13 de mayo se expresarán en varias dimensiones: la de la representación histórica, en la que los profesionales egresados de la Escuela de Historia han clavado ya sus picas ilustradas.
La de la divulgación de la memoria histórica, en la que ellos están rodeados por académicos, maestros y muchos ciudadanos de las generaciones avanzadas. Y la de la expresión artística, con una exposición y dos conciertos que serán recordados por mucho tiempo. Pero la Plaza Galán será el escenario que durante la tarde del domingo 13 de mayo reunirá a los santandereanos de todas las generaciones que se permitirán expresar en público el sentimiento de orgullo regional. Más aún, y conforme al primer artículo de la carta original de 1857, reunirá a todos los hombres y mujeres que pisan nuestro territorio.
El 13 de mayo próximo ha de ser un día de alegría. Pero, ¿por qué debe alegrarnos el recuerdo de un hecho político de hace 150 años? Baruch de Spinoza, el gran pensador holandés del siglo XVII, estableció la proposición ética según la cual nuestra alma se esfuerza, cuanto puede, en imaginar lo que favorece nuestro poder de obrar. Y el incremento de nuestra capacidad de obrar produce en nuestro espíritu el afecto de la alegría, la certeza del tránsito a una mayor perfección.
Pues bien, un destacado prócer de la independencia nacional en la provincia de Pamplona, don Isidro Villamizar, tuvo vida suficiente para pedir a los constituyentes de Santander que en todas las oficinas públicas y en las casas particulares ordenaran poner a la vista de todos el signo del porvenir de la república.
Se trataba de la garantía de “la libertad individual, que no reconoce otros límites que la libertad de otro individuo, según las leyes”. Según su experiencia personal, los colombianos habían librado tres luchas en su historia republicana: la de la independencia de la nación, la de la integración de la nación contra los estamentos que la habían dividido en el régimen indiano, y la del individuo contra el poder de la sociedad. En las dos primeras había asegurado la nación su triunfo, pero en la de la afirmación de la autonomía individual del ciudadano quedaba mucho por alcanzar.
Ésta es la lucha que nos provee la capacidad del obrar individual, y el Estado de Santander nació bajo este principio de la libertad individual. La experiencia federal de tres décadas tuvo ese sentido: ordenar la vida municipal bajo el principio de las libertades del ciudadano, de la autonomía para arreglar todo lo relativo a su bienestar intelectual y material, y conservar en buen estado las vías de comunicación comprendidas en su territorio.
Esforzarnos por recordar ese legado santandereano que empezó a construirse el 13 de mayo de 1857 favorece nuestro poder de obrar, es decir, instala en nuestro espíritu el afecto de la alegría, la certeza del tránsito a una mayor perfección de la persona que es el sentido del proyecto de edificación del ciudadano moderno que está a punto de conmemorar su bicentenario en Colombia.
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